Los escudos, como ya sabemos, eran armas de defensa cuyo material de construcción en la Edad Media era la madera y el hierro principalmente. Como es lógico, sufrían en el combate daños, rompiéndose parcialmente o mellándose los bordes. Estos daños se reparaban mediante la colocación de piezas. Incluso en ocasiones estas piezas no iban destinadas tanto a reparar el escudo como a reforzarlo, como es el caso de la bloca, pieza en forma de aspa cruzada, que se claveteaba al escudo y en cuyo centro de situaba el umbo que podía estar muy pronunciado para usarlo también como arma de ataque. En cualquier caso, las piezas en su origen tienen la finalidad indicada, no teniendo ninguna norma o regla que estableciera su forma, dimensión, etc., aunque su existencia se aprovechaba para el diseño del escudo.

Es cuando la heráldica se tecnifica cuando las piezas se regulan y se establece respecto de ellas normas. Como características de las piezas ha de tenerse en cuenta:

* No suponen partición del escudo, por lo que ocupan un espacio en el campo del escudo.

* Pueden tocar o no los bordes del campo. En la heráldica española no es habitual que no los toque.

* Les es aplicable la regla consistente en no poner metal sobre metal ni color sobre color, por ello ha de estar esmaltada de manera distinta al campo.

* Siempre se posicionan de la misma forma.

Pueden ser Honorables o Subordinadas.

Las piezas honorables son nueve: cabeza-punta, palo, faja, banda, chebrón, jirón, orla o bordura, cruz y sotuer.